No había escrito, porque estaba aterrada. Sí, como leen A-T-E-R-R-A-D-A. Fueron semanas y semanas que caminé sobre un
camino pedregoso que en ocasiones tenía llanuras lisas, pero yo sabía que de un
momento a otro, podría tambalear. Un “sexto sentido” que le llaman.
Alguna vez les comentaba que cuando tengo pena y estoy
abrumada, no puedo escribir y menos leer. Ambas cosas me fascina hacerlas, pero
pareciera que lo que me tiene aproblemada consume todas mis dosis de energía y
el escaso nivel de concentración que tengo.
No se para que tanto preámbulo, para decirles que tal como ya he
expresado en otras redes sociales, mi pena y mis lágrimas, tienen un solo
referente: mi perrita Mily.
No les diré que su partida era algo que no me esperaba,
porque desde que cumplió 10, lo veía venir. Siempre se me hacía un nudo en el
estómago, cuando me enteraba que perritos cercanos a su edad ya no estaban aquí
o estaban muy viejecitos enfermándose y
odiaba con todo el corazón, cuando por casualidad me preguntaban su edad y yo
les decía “14” y la respuesta siempre era “Aaaaah, le queda poco”. Un tiempo
hasta llegué a mentir, porque la lola Mily, conservaba muy bien sus añitos.
En verdad, hasta el 22 de diciembre, era muuuuuuy activa.
Saltaba, corría, hacia “maldades”, casi como una cachorrita. Sin embargo,
después de su paseo de ese día, llegó mal y cojeaba. Se le paso con el correr
de los días.
Su vida realmente cambió el 9 de enero. Ese puto día que
hizo un puto calor. Andaba ida, tambaleaba y hasta se desvanecía. Yo ese día,
pensé lo peor. La tomamos, la subimos al
auto y a las 2am, estábamos en urgencias con ella. El médico veterinario, lo asoció a un shock de calor y le receto de
por vida, vitamina E. Sí, definitivamente el viejazo, estaba haciendo su
entrada gloriosa.
Estuvo días, así. Recién el miércoles 14, podríamos decir
que volvió a ser la Mily loca. Pero yo no dejaba de sentir ese puto miedo de
volver a verla así tan mal, como la vimos el viernes 9. Y comencé con períodos de nauseas de puro miedo. Al desayuno
y a la once, ya no comía pan, porque siempre no lo alcanzaba a terminar. Fue
algo bien freak, pero mientras estaba callada masticando, mi cerebro comenzaba
a maquinar historias horripilantes del terror, hacía arcadas y fin de la
comida.
Mi mayor miedo, era tener que dejarla así, solita, la semana
que estaremos fuera del país. Parte de mi, quería que la Mily estuviera hasta
siempre conmigo, pero la parte realista sabía que eso no sería así. Era hora de
comenzar a despedirse, aunque se me partiera el alma.
Estuvo una semana y un día, volviendo a ser como era ella. Pero
el viernes todo cambió. A esta altura, los viernes para mi se habían convertido
en una pesadilla. Yo estaba medio molesta, porque esta semana tendríamos
visitas y yo no quería estar siendo cortés, mientras estaba al 50 % de
energía. Incluso le dije a mi mamá. Ahora, después de que la tormenta explotó,
agradezco de todo corazón, el camino preparado por Dios, para que ellos estén aquí
acompañándonos.
Lo tomo como si fuese la Claudia, porque son sus papás los
que tuvieron que consolarnos, cuando llegó el momento final. El viernes, como
era habitual, salimos a pasear alrededor de las 21.00 horas y a 3 casas de la
nuestra, ella se quiso devolver. Algo muy RARO, porque ella amaba salir. Yo le
dije que camináramos un ratito más, accede y ¡se desmayó! Fue horrible verla desmayarse, porque yo
nunca había visto a alguien desmayarse.
Llegué corriendo con ella en brazos, pensando que estaba muerta gritando
“mamá, mamá, ayuda!”. No perdió el conocimiento, pero yo sabía que ahora era el
fin, el que hacía su entrada en gloria y majestad.
Desde ese momento, no paró de jadear. Estuvo toda la noche y
todo el día sábado jadeando. Nosotros lo
asociamos a otro shock de calor. Y en verdad, tampoco quisimos llevarla al
veterinario, porque sé que si hubiese sido así, la habrían sacrificado y eso si
que no lo queríamos. Yo había agarrado
un miedo tremendo a quedarme sola con ella, por lo que cuando mi tía decidió ir
a visitar a su hermana, yo también quise ir. No me llamen egoísta. Todo ese rato, pensé lo peor.
Llegamos, tomamos once y la Mily seguía jadeando y andaba
lentito. Yo trataba de evadirme, viendo
tele. Incluso vi el show de Caroe en el
festival de Olmué. Me reí a carcajadas, porque ese es mi mecanismo de
defensa. Justo después de terminar de
reírme con un chiste de Caroe, pelando a los canales de tv, sentí 2
quejidos. Era el fin.
Mi mamá comenzó a llorar, a desesperarse… y yo lo único que
le decía era que cerrara el ciclo, que era lo más sano. Yo lo había hecho en la
mañana, cuando la Mily con sus ojos de luna, me miró… y yo le tome su cabecita
y le dije “Milita, no se preocupe por mi sufrimiento, yo la dejó partir”. Mi
mamá llorando desesperada le decía “Gracias por todo mi perrita, fuiste mi
mejor amiga en los días más tristes. Vete en paz.” Se convenció de decirle todo
eso, mientras mi tía, le decía que se despidiera… que hacía lo había hecho
Claudia con un perrito regalón que le duró un mes y medio. Yo también recuerdo lo último que le dije cuando agonizaba.
Le dije “Mily, dale un beso al papito por mí, tu estas más cerca”. Ella con sus
ojos idos, me miro asintiéndome. Fue el fin. Agonizó por media hora y murió en su canastito de mimbre que
le compramos cuando era una beba. Tantos años y anécdotas con mi pequeña, para
que todo terminara con dos quejidos.
Para nosotras, siempre la opción fue cremarla. Se lo escuché
decir a una tía que una prima, eso había hecho con el perrito regalón que le
duro 17 años. Siempre fue la opción,
pero nunca busque un lugar específico. Soy mejor actuando en el momento. Les
juro que hasta yo misma me sorprendo de mi fortaleza. Encontré una veterinaria que queda relativamente cerca de mi
casa, que me la podía recibir a esas horas. A mí lo que más me aterraba siempre
de ese momento, era tener que tomarla y llevarla. Menos mal que mi tío, estaba
aquí. Yo lloraba, pero con resignación.
En la consulta, llegamos y me sorprendió la empatía de los
veterinarios en turno. Me abrazaron y sentí cobijo. Una cosita rica. Le
pregunté si esa era la última vez y me dijo que no… que tendríamos todo el
tiempo del mundo para despedirnos.
Después de hacer los trámites de rigor, entramos a la
consulta, y el veterinario practicante la tenía lista. Con taponcitos y sus
ojos cerrados. Yo le agradecí. Y comenzamos el ritual. Yo amo los rituales, por
lo que primero, le canté un par de canciones y una que le dedicaba el papá a
ella. Después le pedí perdón, por esos
días que la dejamos sola, cuando vivimos en la casa de mi tío ( 1 mes y medio
después de la muerte de mi papá). Y después le agradecí por todo, por sus
locuras, por sus lamidos, por su compañía. Al final rezamos, tomé el celular y
busque una oración cortita a Francisco de Asís y la becé. En su nariz de
morita, en su colita, en su lomo, en sus orejitas. Y fue el fin.
Llegamos a la casa a las 4am, tomamos un café descafeinado y
nos fuimos a acostar. Como están de visita mis tíos, estamos durmiendo en mi
pieza, por lo que aún no hemos enfrentado eso de dormir sin ella en la cama. Serán
momentos difíciles, pero la vida es así.
Por esas casualidades, el viernes tomé una libreta donde
tenía escrito parte de una canción de Drexler, que dice “Tu corazón va a sanar”. Y mientras la Mily agonizaba, pasaba por mi
mente otra parte de la canción que decía “Que morir, también es ley de vida”. Y
es verdad, no es primera vez que paso por esto, que no puedo comparar dolores
que ya he sentido antes, pero la Mily siempre fue mucho más que una mascota,
fue mi hermana y mi amiga.Y ese sábado, como un presagio sonó en la radio “Morir al lado
de mi amor” de Demis Roussos. Sé que ahí
comenzó la despedida.
Ayer domingo, fue un despertar diferente. Podría decir que
hasta en paz, porque lo había pasado realmente mal en estos días. Estoy triste, pero es una tristeza diferente
a las que conocía. Y puede ser porque la Mily me dio la posibilidad de
despedirse y por primera vez experimenté
lo que es ver apagarse la vida de un ser vivo. Es un momento especialmente
potente. Es cuatico, pero es bacan
despedirse. Ni de papá ni de Claudia, tuve esa opción. Y ahora no podría decir
que es mejor, porque me cargan las comparaciones. Todos los momentos los trato de
vivir lo más lúcida posible no más.
Sé que se vienen días complejos, quizás después que mis tíos
se vayan… pero esta vez el destino ha sido benevolente y en estos primeros
días, Dios mediante, conoceré un lugar nuevo… y eso siempre le hace bien al
alma. Lo tomaremos como un viaje de doble sanación.
Discúlpenme por explayarme tanto a quienes llegaron hasta
aquí, pero no quería olvidarme de esto. Lucho, día a día, contra el olvido.
¡Cariños!