Ayayai, la confianza.
A mí me costó siglos, volver a
confiar en la gente. Tengo un recuerdo especial para ello. Resulta que cuando
estaba en Cuarto Medio, en Religión, nos hicieron escribir en tres papelitos de
colores cuales serían los pilares que no dejaríamos que pasaran a llevar en el
futuro. Solo recuerdo uno, fue el que sobrevivió en la billetera que usaba por
esos años, si, había escrito “confianza”.
![]() |
Ya, si... tendría que tener MUCHA confianza con alguien para hacer esto de la imagen |
Yo creo que la connotación que le
damos al concepto, va mutando con los años. En ese momento, para mi significaba
que mi mejor amiga, mi confidente de la vida, me contara todo y que ella no le
contara a los demás, lo que yo le contaba secretamente. Ese mismo año, al
finalizar, mi amiga en cuestión nos confesó con meses de retraso que tenía una
relación a escondidas con el Profesor de Filosofía. Para mí, con 17 años, fue
un derrumbe que no me haya “confiado” eso. ¡Si ella sabía más cosas que mi
almohada! Hoy por hoy, yo lo asocio más al compromiso, a tener esperanza que el otr@ no me hará daño, algo así.
Resulta que, en los últimos
meses, me he encariñado mucho con algunas personas, MUCHO. Y he confiado en
ellas. Porque quiero, porque me nace, porque simplemente me aburrí de andar
desconfiando de la gente. ¡Eso implica una pérdida de energía cuantiosa! El
problema, es que, tras esa confianza, digamos que “personaje en cuestión”, se
aprovechó. Según una amiga con más experiencia – que cabe la casualidad en esta
ocasión, con más años- me dijo “Personaje en cuestión”, tiene más años que tú,
te sacó la foto súper rápido y sabía cómo explotar tus fortalezas, para su
propio beneficio. No confíes tanto en “personaje en cuestión”. Ustedes no son
ni amig@s”.
Y ahí sigo yo, como santa devota,
confiando en él. Tratando de buscar un equilibrio. Últimamente me he dado
cuenta que soy feliz confiando en la gente, no quiero andar pensando “perico y
mendigo me hace esto porque me quiere hacer daño”, “perico haciendo esto,
quiere lograr esto otro”. Nah, qué lata. Y en esa parada estaba y pareciera que el
Universo confabuló para decirme: “Tienes razón, confía”.
El sábado pasado fue el
aniversario de la Comunidad Ecológica. Y si bien, yo no vivo cerca, si es en la
misma comuna, así que por la noche partí para allá, con adolescente (un primo) y
mamá incluida. En mitad de la celebración, me dio frío y fui a buscar la
chaqueta al auto y apareció ante mí, un emporio saludable, oasis en lo que
vendría siendo el patio La Rosa.
Empecé a tomar algunas cositas
para comprar y de ahí, la dueña muy amorosa me empezó a recomendar algunas
marcas y justo cuando vi que me estaba excediendo en valor, para lo que llevaba
en efectivo, le dije: “¿Tienes redcompra?” (Tema aparte: juré que no me iba a “mal
acostumbrar” a andar siempre con la tarjeta y sin efectivo, pero jajajaja, pucha
que es cómoda esa cuestión) y ella me dice: “Pucha no, pero si quieres te
llevas las cosas y me transfieres”.
¡¡Quedé en shock!! ¿Really?
Estaba confiando en mí. Una mujer que entró a su negocio y que no conocía hace
más de un par de minutos. Ante ello, me negué (porque aun no aprendo a
transferir, jajaja) y le dije: “Te agradezco la confianza, pero nah, por esta
vez, prefiero llevarme lo que me alcanza con el efectivo”.
Ante eso, la chica me responde: “Pucha,
tengo que hacerlo así, ya que como no tengo la maquinita (…)” A lo que yo
nuevamente sorprendida, le vuelvo a preguntar: “¿Y te ha resultado? ¿No te ha
quedado debiendo nadie?” Y me dice, con sus ojos muy llenos de brillo: “No,
siempre me han pagado. Es que sabes lo que pienso: “Problema de ellos si se
quieren cagar a una pobre weona”. Y en ese momento, recordé cuando una profe,
con la que alguna vez trabajé en la U’, una vez le dijo a los estudiantes: “Si
usted llega atrasado y me miente y yo le creo, eso quedará en su karma y no en
el mío”. Se lo repetí a la dueña del negocio y me dijo: “Yo creo lo mismo y ha
sido muy liberador confiar en ello”.
Y si po. Si “personaje en
cuestión” quiso aprovecharse de alguna de mis fortalezas para su propio
beneficio, quedará en su karma, no en el mío. Yo lo hice por:
1- Cariño: o algo parecido a ello.
2- Compañerismo: la tía del primer nivel del kindergarden, me dijo que había que compartir.
3- Compromiso: Sí, confiar implica
comprometerte con algo.
Lo divertido de todo esto, es que
el mismo personaje, por esos mismos días que mi amiga me decía que no confiara,
me dijo: “Deberías confiar primero y después desconfiar”. A lo que yo, con
coraza incluida, respondí: “Prefiero hacerlo a la inversa en algunos casos,
puesto que la desilusión y el porrazo, ha sido muy fuerte el que me doy después”.
Adivinen que me dijo después.
“Sí, reina del drama”.
¿Qué creen ustedes? ¿Se puede
confiar aún en la gente? Yo prefiero que hay más gente con buenas intenciones
que maldad en el mundo que nos rodea. No quiero que me vuelvan a quitar esa
ilusión.
¡Cariños!