Esta soy yo

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Metropolitana, Chile
Licenciada en Historia y profesora de la misma disciplina. Vivo soñando, amando y recordando. Tengo dos metas en la vida: Viajar y encontrar la plenitud. Comencé este blog en 2011, como una "catarsis", hoy, es mucho más que eso. Enjoy!

martes, 21 de febrero de 2017

Ocurrió hace casi un mes

Hace casi un mes, más precisamente el veintiséis del cero uno, recibí esos mensajes que te dejan helada, tiritona, con ganas de que todo lo que te están diciendo sea mentira, con anhelo de despertar y decir "Uf' que alivio, solo fue otra pesadilla más". 

Pero no, era verdad. La Paola se murió. No podría creerlo. No po', si el día anterior había puesto un mensaje hermoso en su facebook (como si eso fuese razón suficiente para no morir). Un mensaje que a esta nostálgica empedernida, quiso no creerle del todo. Agradecía a la vida ser muy feliz, llenar de buenas energías su entorno y sentirse amada. Veinticuatro horas antes de morir abruptamente escribió eso en su muro. 

Cuando vi la película de Gilda (sí, la cantante) me quedé pensando en el hecho de que pareciera que las personas que mueren así, de repente, pareciera que lo presienten. No se si será un tema energético o que cosa, pero mi papá siempre dijo cosas muy sin sentido en el momento que las dijo, pero siempre se tendía a despedir, así, con palabras bonitas como las que escribió la Paola.

No he podido dejar de pensar que los seres humanos, buscamos sentirnos queridos, amados, respetados. ¿Por qué cuando lo había logrado justo un paro al corazón se la lleva? ¿Por qué si sus hijos adolescentes habían perdido ya a su papá, ahora el destino los deja completamente huérfanos? ¿Por qué si ella volvió a creer en el amor, deja nuevamente a una persona viuda? ¿Por qué, por qué, por qué?

La Paola era mi prima, la amorosa, la suavecita, la sobrina regalona de mi papá. La que siempre me ayudó cuando necesite un consejo médico. La que siempre estuvo ahí, para decirnos simplemente "aquí estoy, cuenten conmigo". La que me apoyó desde el día 01 de mi último proyecto de vida. La que lloró la vez que me vio por primera vez tras la muerte de Claudia y la que estaba destrozada en la morgue, cuando se llevaron a mi papá, tras el accidente. La misma que yo vi por primera vez tras el estado de shock y que en estado de desvarío, le dije "Paola, dime que no es verdad lo que pasó". 
Seis años después lo repito: "Paola, porfis, dime que no es verdad lo que pasó". ¿Que cresta pasó Paola? 

Y aquí vienen mis cuestionamientos, mi pena, mi rabia, mi temor, todo revuelto como un menjunje de sentimientos que quieren salir y no pueden. La Paola se cuidaba, llevaba una vida relativamente saludable, iba al gimnasio, salía con su pololo a andar en bicicleta, porque citándola "querían llegar sanitos, para cuando fueran viejitos". Y ahí me preguntó si todo lo que he hecho ha valido la pena. Si todo el esfuerzo que he puesto en esto, tiene sentido más allá de lo estético. Pareciera que escucho la voz de la Paola diciéndome "Obvio que ha valido la pena primita chica". 

Tres días después que pasó ese terremoto grado 10 en mi familia paterna, me fui de vacaciones. Teníamos los pasajes comprados y la estadía comprometida en la casa de un tío de mi familia materna. Pero no hubo día que no me tapé la cara pensando que todo lo que había ocurrido era tan solo un mal sueño. Sin embargo, es real. He llegado a Santiago, he intentado a retomar mi vida. He ido a ver a la mamá de la Paola y he llorado. No como he querido, pero sí, he llorado. 

Pero ¿Qué consuelo hay para los hijos de la Paola? No son los primeros jóvenes que deben empezar su vida nuevamente sin padre y madre. No obstante, el mayor miedo del hijo, era perder a su madre, siempre le decía que se cuidara, que no llorara tanto por el papá muerto, que rehiciera su vida, que no quería perderla. Él, en un acto de valentía (a mi modo de ver) no concurrió a ningún tipo de despedida, dijo que quería recordar a su madre llena de vida. 

A la Paola, tras el paro, la lograron reanimar, pero se le generó un aneurisma que se la llevó completamente. Estaba saliendo de su pega y se desplomó, como un arbolito lleno de vida que dice "ya no más". Siempre he pensando que las personas buenas se van, así rapiditamente, que las secuelas de ese accidente cerebro-vascular era algo que simplemente la Paola con su dulzura, no se merecía. 

Gracias por leer hasta aquí, son ideas medio inconexas, porque fluyen desde lo más directo de mi alma y corazón. Quiero escribir de otras cosas, pero no podía saltarme este hecho que ha marcado mi vida los últimos días. Antes de despedirme, solo quiero decir que si algo he aprendido con la muerte de Paola, es que lo más bacan que le puede pasar a un ser humano, es sentirse amado. Me alegra que ella se haya llevado ese sentimiento tan noble y lo haya disfrutado hasta su última gotita de vida.

Cariños.