El jueves pasado, salí a tomar
once con mis amigas del Preu (una de ellas, es mi jefa directa, pero en serio,
la estimo mucho). Y en una de mis voladas filosóficas que me dan a veces, dije “Lo
que más aprendí en mi sesión final con la psicóloga, es lo que me dijo al
despedirnos: “Van a seguir pasando cosas malas, no te puedo asegurar lo
contrario, pero todo va a depender con la actitud que te tomes las cosas”. Al otro
día, a la hora de almuerzo, empezamos a hablar de autos en mi pega nueva y ahí conté a grandes
rasgos lo del accidente, donde murió mi papá. Hace tiempo que no me tocaba
contarlo, pero como en este último mes he conocido mucha gente, me vi en
la necesidad de contar, más que mal, quiera o no, es parte de mi historia.
Y siempre que lo hablo, temo que
sea una especie de caja de Pandora que desate todas las maldades del mundo. Y
ayer, pasó. No directamente conmigo, pero pasó.
Entro a mi pega a las 7.30am, por
tanto, salgo a las 6.20 de mi casa. Pensé que sería más duro todo esto, pero nah,
uno se acostumbra a todo. La cosa es que ayer, salí 4 minutos más tarde de mi
casa y, por tanto, tuve que tomar la micro siguiente, que iba más llena y ya,
asumí, total yo misma tomé la decisión de quedarme 5 minutos “regaloneando”.
Iba en el tercer paradero y de
repente, la micro se pegó un frenazo. Nada anormal, a esa hora ¡Andan tan
apurados todos, que en serio, siempre hay frenazos! Pero ese de ayer, no movió
solo a los que no iban afirmados. ¡Movió a toda la micro! Después vino un
sonido del terror. Un auto pasó volando y se volcó. Mucho polvo. Mucho sonido.
Mucha perdida de dimensión de tiempo-espacio.
Afortunadamente el conductor de
la micro, reaccionó antes y frenó, porque si no, tal vez, el auto habría
impactado directamente, donde iba parada. Y yo que pensaba que las micros, al ser
más imponentes, eran más seguras. Pffff.
Después de eso, recuerdo que un
tipo muy flaite, en serio, muy flaite, le dice al conductor “Aweonao, abre la
puerta para ir a ayudar”. Yo solo pensaba ¿Ayudar a qué? si la persona debe
estar muerta. Nos bajamos todos, sacaron a la persona del auto y en ese
momento, me puse a tiritar y sollozar. Le dije a una señora que yo había vivido
un accidente, donde había muerto mi padre, nos abrazamos y me dijo “yo nunca
había vivido algo así, estoy tiritando”. Le dije “Si no podemos ayudar, mejor vayámonos”.
Y ahí empezó mi cuestionamiento. ¿Me puedo retirar del lugar?
Hice parar otra micro y el muy
desgraciado no paró. De ahí, de pura impotencia, pena, miedo, llamé a mi mamá
llorando y se pasó mil rollos. Le dije que no me había pasado nada a mí, pero
que había abierto muchas heridas internas. Es que, lo del duelo, cada día
hierve menos la herida, pero lo del impacto de un accidente, quizás me persiga
siempre.
Mientras miraba a la mujer que
iba en el auto, que afortunadamente recobró el conocimiento a los pocos minutos
y de ahí fue una sucesión de gritos desesperados, yo solo pensaba “estar en la
otra parte del escenario, también es super difícil”.
Agradecí, una vez más, me doy
cuenta que si bien, nos han tratado de individualizar completamente como
sociedad, aún quedan resabios de humanidad y apoyo comunitario, ello además de que hay gente que reacciona bien. Yo
solo recuerdo que gritaba “llamen al SAMU”. Cuando la señora despertó, se puso
a gritar y llorar muy fuerte, en ese momento pensé tal vez iba alguien más
adentro. Le pregunté al señor que se metió al auto a sacarla, me dijo “no lo
sé, parece que no”. Ahí dije “Pero por algo llora de esa forma”. Y de repente
veo que intenta mover sus pies. Fue del terror.
Superhéroes los hombres que se
metieron dentro. Yo creo que ahí actúan por puro instinto de salvar la especie,
porque en términos racionales, ese auto se podría haber incendiado (es lo que
más me quedó en la parte teórica, cuando hice el curso de conducir) o podría
haber vuelto a su eje y las personas que estaban ayudando, podrían haber salido
dañadas. Todo eso recuerdo que gritábamos con la señora que nos abrazamos.
Al final, tomé la siguiente
micro, de la que no nos quiso parar. Mi ayuda ahí no servía de nada y
personalmente a mí, me hacía mucho daño. Esta mañana volví a pasar por el lugar
del accidente (le tenía un poco de pánico a ese momento) y me pasó lo mismo que
me pasó una vez que volví al accidente que protagonizamos con mi familia en
2011. ¿Aquí, en este espacio diminuto pasó todo?
Y si, ojalá nunca quien me lee,
tenga que pasar por algo así, ser protagonista o “espectador” de un accidente,
porque en ambas ocasiones, uno se siente pequeñito y el lugar se transforma en
algo muy abrumador y el tiempo, se relativiza completamente.
No he dejado de pensar en la
señora protagonista del accidente, pero me conforma saber que en su camino, haya encontrado gente de tan buen
corazón, que la auxilió sin pedir nada a cambio. Esa es la humanidad, en la que
hay que volver a confiar.
Cariños.
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